Doña Francisca no quiere jalar la cadena
El otro día, mientras miraba la TV, me encontré con una declaración mediática que se oye con frecuencia: “La tercera guerra mundial ocurrirá como consecuencia de la escasez de agua en el planeta Tierra. Es necesario que economicemos su uso para que no falte en 2044”.
¡Aplaudamos esa falacia!
Es fácil comprender que el desperdicio tenga como consecuencia la limitación del recurso en determinadas regiones. En la actualidad, lo desperdiciamos y haremos frente a las consecuencias en las siguientes semanas. Pero a esta agua desperdiciada, los impetuosos rayos solares la calentarán, y así, dará lugar al fenómeno del pasaje de estado líquido a estado gaseoso. Las nubes negras inundarán el cielo y lloverá de esa misma agua.
La rejilla del baño todavía no escurre el líquido sagrado hacia la otra dimensión ni siquiera para el Gigante Atlas, ni para los cuatro elefantes, ni para la fuerte tortuga que entre todos sostenían el medieval mundo aplanado.
Hay que explicarles a los tendenciosos esa confusión genérica de que la contaminación de los ríos no tiene nada que ver con que las duchas queden corriendo agua más allá de lo necesario.
Caray. ¿Esto es en serio? ¿Y quién tiene didáctica suficiente para explicarle a doña Francisca?
¡Se lo creyó! Y le habla al marido y a los cuatro hijos que no es necesario tirar de la cadena cada vez que van a hacer pipí. Dos gotitas de limpiador líquido dentro de la taza del baño resuelven el problema. Sólo de cada diez veces que se hace pipí, ella permite que se tire la tan soñada cadena. Pero cada vez, no. ¡De ninguna manera! Con la caca sí, pero con el pis no.
El hijo más joven de doña Francisca preguntó:
– Madre, ¿no es mejor solamente dejar de tirar la cadena si el pis es transparente y sólo tirarla cuando sea amarillo?
Pero doña Francisca es cabeza dura:
– Cállate, insolente. No eres quien paga las cuenta (sic).
Fue entonces cuando un periodista re renombre de una famosa radio ecológica de la capital madrileña hizo el favor de visitar a doña Francisca y recogió su declaración que se difundió por los aires y ensalzó los dispositivos de radio de los madrileños. Las doñas Francisca se proliferaban como conejos por todo el municipio de Madrid y las humildes moradas se quedaban con ese olorcito al bar de Antonio.
Imagínense la satisfacción de las amas de casa cuando descubrieron que, además de ahorrar en la factura del agua, no sólo contribuían a la prevención de la tercera guerra mundial, sino que también tendrían a sus maridos más tiempo dentro del hogar, debido a que no necesitarían cruzar la calle para deleitarse en el bar de Antonio. El sentido del olfato ya brindaba esa sensación de estar allí.
Y el periodista continuó:
– Doña Francisca, además de controlar el flujo de agua en su propio hogar, también ayuda que los vecinos hagan lo mismo.
¡Doña Francisca! ¡Doña Francisca! ¡Encima de que su propia casa es una inmundicia, también molesta a los vecinos, doña Francisca! ¡Vaya a ver el pronóstico del tiempo para ver si va a llover en el Sahara, doña Francisca! Si en 2044 va a haber una tercera guerra mundial, yo no lo sé, pero a la compañía de pasta dental no le pareció malo. Sólo al retrógrado de Antonio le pareció malo.
Oye, Tony… con unos ocho clientes menos, se te va a hacer difícil pagar la cuenta del agua…
Ya le encargué al profesor Ciro Peraloca un artefacto: un silenciador de descarga. De esta manera, la adepta de doña Francisca, que vive aquí al lado, no tocará el timbre de mi casa para venir a molestarme.
¡Déjeme que tire la cadena en paz!
¡Oiga, doña Francisca! ¿Sabía que en la TV dijeron que comer mierda es bueno para salud? Va a matar dos pájaros de un tiro: ¡va a ser beneficioso para su salud y todavía tirará menos de la cadena!
Mingau Ácido (Marcelo Garbine)
Escritor: Marcelo Garbine Mingau Ácido
Traducción: Maribel Pacheco
¡Aplaudamos esa falacia!
Es fácil comprender que el desperdicio tenga como consecuencia la limitación del recurso en determinadas regiones. En la actualidad, lo desperdiciamos y haremos frente a las consecuencias en las siguientes semanas. Pero a esta agua desperdiciada, los impetuosos rayos solares la calentarán, y así, dará lugar al fenómeno del pasaje de estado líquido a estado gaseoso. Las nubes negras inundarán el cielo y lloverá de esa misma agua.
La rejilla del baño todavía no escurre el líquido sagrado hacia la otra dimensión ni siquiera para el Gigante Atlas, ni para los cuatro elefantes, ni para la fuerte tortuga que entre todos sostenían el medieval mundo aplanado.
Hay que explicarles a los tendenciosos esa confusión genérica de que la contaminación de los ríos no tiene nada que ver con que las duchas queden corriendo agua más allá de lo necesario.
Caray. ¿Esto es en serio? ¿Y quién tiene didáctica suficiente para explicarle a doña Francisca?
¡Se lo creyó! Y le habla al marido y a los cuatro hijos que no es necesario tirar de la cadena cada vez que van a hacer pipí. Dos gotitas de limpiador líquido dentro de la taza del baño resuelven el problema. Sólo de cada diez veces que se hace pipí, ella permite que se tire la tan soñada cadena. Pero cada vez, no. ¡De ninguna manera! Con la caca sí, pero con el pis no.
El hijo más joven de doña Francisca preguntó:
– Madre, ¿no es mejor solamente dejar de tirar la cadena si el pis es transparente y sólo tirarla cuando sea amarillo?
Pero doña Francisca es cabeza dura:
– Cállate, insolente. No eres quien paga las cuenta (sic).
Fue entonces cuando un periodista re renombre de una famosa radio ecológica de la capital madrileña hizo el favor de visitar a doña Francisca y recogió su declaración que se difundió por los aires y ensalzó los dispositivos de radio de los madrileños. Las doñas Francisca se proliferaban como conejos por todo el municipio de Madrid y las humildes moradas se quedaban con ese olorcito al bar de Antonio.
Imagínense la satisfacción de las amas de casa cuando descubrieron que, además de ahorrar en la factura del agua, no sólo contribuían a la prevención de la tercera guerra mundial, sino que también tendrían a sus maridos más tiempo dentro del hogar, debido a que no necesitarían cruzar la calle para deleitarse en el bar de Antonio. El sentido del olfato ya brindaba esa sensación de estar allí.
Y el periodista continuó:
– Doña Francisca, además de controlar el flujo de agua en su propio hogar, también ayuda que los vecinos hagan lo mismo.
¡Doña Francisca! ¡Doña Francisca! ¡Encima de que su propia casa es una inmundicia, también molesta a los vecinos, doña Francisca! ¡Vaya a ver el pronóstico del tiempo para ver si va a llover en el Sahara, doña Francisca! Si en 2044 va a haber una tercera guerra mundial, yo no lo sé, pero a la compañía de pasta dental no le pareció malo. Sólo al retrógrado de Antonio le pareció malo.
Oye, Tony… con unos ocho clientes menos, se te va a hacer difícil pagar la cuenta del agua…
Ya le encargué al profesor Ciro Peraloca un artefacto: un silenciador de descarga. De esta manera, la adepta de doña Francisca, que vive aquí al lado, no tocará el timbre de mi casa para venir a molestarme.
¡Déjeme que tire la cadena en paz!
¡Oiga, doña Francisca! ¿Sabía que en la TV dijeron que comer mierda es bueno para salud? Va a matar dos pájaros de un tiro: ¡va a ser beneficioso para su salud y todavía tirará menos de la cadena!
Mingau Ácido (Marcelo Garbine)
Escritor: Marcelo Garbine Mingau Ácido
Traducción: Maribel Pacheco
Essa também é legal!
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